Si usted puede caminar, usted puede bailar; Si usted puede hablar, usted puede cantar (Dinka Sudán)
Este proverbio africano tan bonito me lo decía una de mis profesores en la Universidad cuando yo le decía “No puedo”. Comencé mis estudios a la “tardía” edad de 16 años (aunque suene de locos es tardía para algunos) y me pregunté muchas veces a lo largo de mis estudios si era capaz de conseguirlo. Lo hice, me costó, y desarrolle dos capacidades que me han servido para el resto de mi vida: LA PERSEVERANCIA Y LA MOTIVACIÓN INTERNA.
Equivocarse es esencial para aprender pero al mismo tiempo es sumamente frustrante, es inevitable enojarse (con uno mismo y con el profesor) y sentir deseos de abandonar, es en ese momento cuando uno puede recurrir a lo que nos motiva, nuestras emociones. El amor a la música, el deseo de compartir la belleza, la alegría de tocar algo que deseábamos hace tanto, o esa emoción indescriptible que nos deja sin palabras cuando escuchamos o interpretamos, porque esa emoción es nuestro fin último, sentir como el corazón nos llena el pecho y nuestro aliento crea junto con nuestra alma.
Esta emoción profunda es la que nos conduce a perseverar y les puedo asegurar que si usted puede soplar, puede tocar la flauta, a cualquier edad.